Ignacio Sánchez Mejías (n. Sevilla, 6 de junio de 1891 - m. Madrid, 13 de agosto de 1934). Su figura trascendió con mucho el ámbito taurino, ya que fue también escritor y miembro destacado de la Generación del 27, lo que le convirtió en uno de los personajes de la cultura más populares de la España de antes de la guerra civil española.
Cuñado del mítico torero Joselito "El Gallo", en su cuadrilla se formó como torero y fue quien le dio la alternativa en 1919, con Belmonte como testigo. Cuando Sánchez Mejías murió, como consecuencia de una cornada en la plaza de Manzanares, su figura fue ensalzada por Miguel Hernández, Rafael Alberti –que hizo el paseíllo en su cuadrilla– y otros grandes poetas, incluido García Lorca, cuyo Llanto por Ignacio Sánchez Mejías es para muchos la mejor elegía en español desde las Coplas de Jorge Manrique.
De familia acomodada, se escapó de casa siendo un adolescente en busca de aventuras, viajando como polizón en un barco que se dirigía a México. Ese afán aventurero le hizo abrazar la profesión taurina. Extraordinariamente polifacético, fue también actor de cine, jugador de polo, automovilista, escritor de obras de teatro y presidente del Real Betis Balompié.
En la década de 1910 formó parte de la cuadrilla de José Gómez "Joselito", su amigo de la infancia, con el que había emparentado en 1915 al casarse con una hermana del gran diestro sevillano. En los tres años siguientes se consagró en la cuadrilla de Joselito como el mejor banderillero español, con permiso de su cuñado Joselito, excepcional rehiletero. Los historiadores taurinos coinciden en señalar que la técnica de Joselito es la más perfecta que se ha conocido y el mejor torero de la vieja escuela. Y en esa escuela se formó, como matador de toros, Ignacio Sánchez Mejías.
Matador de toros
En 1919 tomó la alternativa en Barcelona de manos de Joselito y con Juan Belmonte de testigo. La confirmó en Madrid al año siguiente. En 1920, alternando en un mano a mano con Joselito en Talavera de la Reina fue testigo de la muerte de su cuñado en una cogida del toro «Bailaor». Se conserva una fotografía de Sánchez Mejías velando a Joselito:
La fotografía de Ignacio abrumado por el dolor, sosteniendo con una mano abierta la cara mientras con la otra acaricia la cabeza de Joselito yacente, tranquilo ya en su gloria, es quizás la más emocionante de la historia de la Tauromaquia.
«Ignacio Sänchez Mejías, el torero del 27», El Mundo, 3 de mayo de 1998.
El éxito de su toreo no se basó en su técnica o en su estilo, y menos compitiendo con los considerados como mejores toreros de la historia (Joselito y Belmonte), sino sobre todo por sus alardes temerarios: toreos de rodillas, recibir sentado en el estribo, banderillas por los adentros, etc. A mediados de la década de 1920, siendo figura del toreo, se cansó de los toros, se retiró y se dedicó a otras actividades, como su presidencia bética o su papel como mecenas de lo que luego se conocería como generación del 27, algunos de cuyos miembros eran verdaderos aficionados a la tauromaquia y expertos taurinos. La primera vez que se reunieron sus componentes (Federico García Lorca, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Luis Cernuda...), encuentro celebrado en 1927 y que dio nombre a la generación, fue por iniciativa de Sánchez Mejías conmemorando el 300 aniversario de la muerte de Góngora.
En 1934 decidió reaparecer en las plazas a la vez que Juan Belmonte. Sustituyó a Domingo Ortega en Manzanares (Ciudad Real), el 11 de agosto. Granadino, pequeño, manso y astifino le dio una gran cornada en el muslo derecho al iniciar la faena de muleta sentado en el estribo, uno de los arriesgados lances que practicaba a menudo. No permitió que lo operaran en la modesta enfermería de Manzanares, donde el médico local Fidel Cascón Arroyo se ofreció para intervenirlo, y pidió volver a Madrid, pero la ambulancia tardó varias horas en llegar. A los dos días se declaró la gangrena. Murió en la mañana del día 13 de agosto. El mito dice que buscó la muerte:
Sánchez Mejías, cansado de vivir y de ver mundo, reapareció para morir en las astas de un toro. No concebía otro tipo de muerte, y tuvo la que él quiso.
Domingo Delgado de la Cámara, Revisión del toreo, 2002, pág. 255.
Su faceta como intelectual y el enorme aprecio que los escritores del 27 le dispensaron hizo que su repercusión en la historia del toreo sea muy superior que su significado estricto como matador de toros:
Sánchez Mejías no era un artista. Tampoco un torero inteligente. Los alardes de valor eran la expresión de su tauromaquia. [...] Su figura excedió el ámbito taurino para ser uno de los grandes personajes del ámbito cultural de la España de anteguerra.
Domingo Delgado de la Cámara, Revisión del toreo, 2002, pág. 255.
No hay comentarios:
Publicar un comentario