ANDRÉS AMORÓS
ABC del día 06/04/2012
En el cincuenta aniversario de la muerte de Juan Belmonte, el 8 de abril de 1962, ofrecemos dos testimonios, hasta ahora no publicados por escrito, del torero y de su hija Blanca. Los rescató el programa «Ayer», de Radio Exterior de España, que dirige Germán Sánchez, en diciembre de 2011. Recuperan lo aparecido en el programa «Fin de siglo», de Mavi Aldana, grabado en 1999, en el que yo también intervine. Blanca Belmonte, que murió a fines de 2011, ofrece su testimonio íntimo sobre su padre. Ella encontró unas declaraciones grabadas por su padre, entre 1955 y 1960: habla de la peculiaridad de los trianeros y de sus orígenes taurinos, en términos cercanos a un artículo que publicó en ABC, el 13 de abril de 1958, incluido en el volumen «Las Taurinas de ABC». Emocionantes declaraciones:
JUAN BELMONTE
Triana y Sevilla
Llegué a Triana, con mi familia, a fines de siglo. Solo había una industria, la alfarería. El medio de sustento era trabajar en el ladrillo, en el verano, y empapelar las naranjas, en el invierno.
El arte trianero
Los trianeros tenían una manera especial de ver las cosas. En el arte popular, el cante y el baile, allí se conservaban las formas tradicionales, puras: la seguirilla gitana, las soleares, los martinetes... Lo mismo sucedía con el toreo. Se intentaba hacer un toreo imaginario, no el que se veía entonces, traído de Ronda, quizá: lento, pausado, sin adornos...
Los toros
La tiendecita de mi padre, en el mismo mercado, abría solo por las mañanas. Por las tardes, iban allí los amigos, se hablaba de toros. Yo me pegaba allí, lo escuchaba todo. Apenas podía ir a la plaza: la entrada más barata costaba 1'75. De todo lo que oía, sacaba mi idea. Intentaba hacerlo delante del espejo. Entonces, todos los chicos toreaban a sus hermanos o amigos. Yo siempre he tenido a un hermano en edad de embestir: a Manolo, le tenía que compensar...
«Tú serás torero»
El Altozano era mi plaza. Se lo conté a Chaves Nogales. Un día, estaba yo allí, toreando, y, en la muralla del puente, arriba, un tío se quedó mirando y me dijo: «Oye, tú serás torero. ¡Toma!» Y me di un duro. Poco después, toreé a un bicho, en una venta: fue el despertar. Yo lo encajo, ahora, con la pubertad, el despertar de la naturaleza, la cosa sexual... Una verdadera pasión.
BLANCA BELMONTE
Poco hablador
Hablaba muy poco de sí mismo y de sus cosas; un poco más, en la vejez Pero era interesantísimo escucharle, tenía una capacidad oratoria extraordinaria, le sacaba punta a todo. Los toros fueron siempre su gran pasión. Solía decir que a los toreros de su generación les habían estafado: creían que, haciendo un esfuerzo grande, jugándose la vida, tendrían arreglado para siempre el porvenir de todos los suyos. Y no: había que seguir trabajando...
El campo
Le gustaba el acoso y derribo, su locura, montarse en el caballo y coger la garrocha. Era incansable. La prueba: es lo que hizo antes de morir...
La lectura
Le apasionaban los libros. Leía y releía todo lo que caía en sus manos: novelas, las biografías de S. Zweig, historia... Sentía una admiración enorme por Dostoiewski.
Su toreo
Solía decir que se superaba el miedo porque sabías que, a las nueve de la noche, se había acabado todo... En casa se hablaba poco de toros. Me atrevo a decir que no le gustaría el toreo de hoy: han cambiado tanto los toros, el ambiente...
Las costumbres
Los días de corrida, desayunaba fuerte, temprano, y dormía la siesta. Su único rito: llevaba siempre, en el bolsillo, un escapulario del Gran Poder.
La muerte
Es lo más atroz que me ha pasado. Tenía arterioesclerosis y depresión: estaba muy triste, con miedo a envejecer. Lo que más le afectó fue ver a su amigo Julio Camba, en el hospital, lleno de tubos, sufriendo. Dijo que eso no se podía hacer a un hombre... Fue algo extraño. El sábado se fue al campo. Invitó a varios amigos a que fueran con él: mi marido, mi tío, Luis Bollaín. Ninguno pudo. Eso hace pensar que no lo tenía premeditado. Pero otros detalles..
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