Todo surgió alrededor de los Pirineos. Tres variedades de toreo a cuerpo limpio e incruento: la corrida vasco-landesa; los recortadores del Ebro y la llamada corrida de Camarga. Dos de ellas, la vasco-landesa y el concurso de recortadores, son ya un espectáculo de folclor taurino que no falta a su cita por San Fermín. La corrida vasco-landesa, extendida por el país vasco-francés y la Gascuña, se remonta a siglos atrás en los que la autoridad diocesana describió, para prohibirla, esta tauromaquia popular a pie diferenciándola de la corrida española que se ejecutaba entonces con caballos y perros. Aunque al principio se ejecutaban las suertes con ganado autóctono de Aquitania, cuyos últimos ejemplares se comió el ejército nazi durante la ocupación, a partir de 1852 importaron ganado bravo de casta navarra. En la historia de las corridas vasco-landesas hay un Dios: Paul Daverat, el rey de los écarteurs (recortadores). Con él se pusieron de moda en Bayona en pleno siglo XIX las corridas mixtas hispano-landesas, hoy ya desaparecidas. Daverat daba saltos increíbles con ambos pies introducidos dentro de una txapela. El 16 de agosto de 1878 en San Sebastián, la presidencia de una corrida en la que alternó con Salvador Sánchez Frascuelo y Rafael Molina Lagartijo, le concedió una oreja por su arte, la única dada nunca a un participante de esta tauromaquia. Los entendidos dicen, sin embargo, que Michel Agruna, el jefe de la cuadrilla que ayer actuó en Pamplona, le supera. Su salto del ángel lanzándose en plancha por encima de la res con los brazos extendidos, es de vértigo. La corrida vasco-landesa tiene su propio ritual. Hay dos paseíllos, uno al inicio y otro al final. Los recortadores visten el bolero y los saltadores van de blanco con fajas de color. En la corrida hay una tercera categoría: los dobladores o peones de brega que, también a cuerpo limpio, ponen a las reses en suerte. La diferencia primordial de la corrida vasco-landesa respecto al concurso de recortadores, mucho más frecuente en todo el valle del Ebro, País Valenciano, Madrid o Valladolid, es que en la primera se espera quieto la embestida, que se elude con requiebros. Los recortadores del Ebro, por el contrario, describen el llamado cuarteo o semicírculo para anillar a la res. En la corrida libre de Camarga, los razeteurs tienen que quitar con un gancho el premio colocado entre las astas. El público de Pamplona aplaudió ayer los quiebros, giros, saltos y suertes de Denis Coll, Sylvain Macia, Christophe Dussau o Felipe Descazaux, entre otros. Hoy podrá conocer a los campeones del concurso de recortadores, entre 10 parejas.
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