Las "touradas" llenan los carteles festivos de pueblos y ciudades. El toreo a caballo y la "pega" consiguen atraer a numerosos visitantes y aficionados.
Según la historia de la tauromaquia portuguesa, las fiestas de los toros de este país se remontan a la Edad Media, aunque hay quien afirma que apareció en la época del Felipe II ( Felipe I de Portugal con la unión de las dos naciones ibéricas de 1580 a 1640). Hay innumerables relatos y crónicas referentes a esta fiesta popular y todos coinciden en que la plaza más antigua es la de Abiúl (Pombal-Alentejo), que data de 1561.
Si en España predomina el toreo a pie y la suerte de matar, en Portugal dominan el toreo a caballo y la “pega”, en ambos casos con la salida del toro vivo de la plaza. La muerte del toro en la arena está prohibida desde 1836, por orden de la reina Doña Maria II. Hasta esta fecha era un espectáculo, con la muerte del animal incluida tal como gustaban los burgueses. Treinta años después la fiesta se hace más popular, aparecen los diestros profesionales, se construyen y renuevan las grandes plazas nacionales, aunque algunos aficionados y diestros añoran la muerte del toro.
Lo más atractivo de la corrida portuguesa es el espectáculo de los “cavaleiros” (jinetes) y sus famosos caballos lusitanos que engañan el toro y hacen giros de especial belleza. Estos “cavaleiros” actúan también, con notable éxito en numerosas plazas españolas y del sur de Francia. Por otro lado destacan las actuaciones de los “forcados”,que, en fila esperan la arrancada del toro cara a cara.
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